
En la actualidad mi nenita está próxima a cumplir los cinco meses. Parece que fue ayer cuando aún habitaba en mi pancita y mi cuerpo no se acostumbraba a la idea de tener un inquilino. ¡Y vaya que costó trabajo soportar las náuseas, el dolor de cabeza y la amenaza de preeclampsia siempre presente... y esas ganas de llorar y llorar!
Me costó, y mucho, adaptarme a los cambios en mi cuerpo: no poder bajar el cierre de mis botas, cuando antes para dormir ponía mis piernas en flor de loto. Tampoco sabía qué era el reflujo hasta que estuve embarazada. En fin... un montón de sensaciones nuevas, la mayoría no muy agradables.
Pero todo lo compensaba una patadita, muchas pataditas o incluso no poder respitar bien porque parecía que mi bebé jugaba bote pateado con mi pulmón, hígado o lo que estuviera a su alcance.
Un día el papá de mi nena llegó con unos calcetincitos mini... ese fue mi motor, ver o más bien imaginar que estaba colaborando para que en unos meses ese mini calcetincito fuera ocupado por un piecito, una linda patita de mi bebita.
Ahora esos calcetincitos ya no le quedan, pero en el recuerdo queda la imagen de ese motor con forma de calcetín, que todos los días me motivaba para levantarme a trabajar, comer y (aunque no lo crean) a no llorar tanto.
Ha pasado todo tan rápido... ahora mi nena tiene nuevos calcetines, la mayoría aún por llenar.